“Me gustaría ser abogada o psicóloga. Depende si conseguimos ir a Estados Unidos”
Sara* y su familia intentaron emigrar a Estados Unidos con su tía y sus primos en agosto. Son una de las cientos de familias que han sido devueltas al centro de repatriación de El Salvador que Save the Children apoya.
Sara* ya no puede ir a la escuela ya que sus padres han perdido su trabajo y no pueden permitirse pagar la escuela privada. Creen que es demasiado peligroso enviara a la escuela del barrio. Sus padres han perdido a sus hermanos este año a causa de la violencia de las bandas. Intentaron escapar a Estados Unidos para reunirse con la abuela y escapar de una vida llena de violencia. Los padres de Sara* tienen miedo por el futuro de su hija y la seguridad de la familia si permanecen en su barrio. No dejan que Sara* salga sola de casa, ni siquiera de día.
La familia de Sara* pagó a un “coyote” para que les llevara a Estados Unidos. En un momento del viaje, les dijeron que tenían que separarse y que su tía y sus primos tenía que ir por su lado hasta que se volvieran a reunir cerca de la frontera. Las dos familias lo consiguieron justo antes de la frontera cuando el coyote las abandonó llevándose todas sus pertenencias. Han tenido que regresar con muy poco. Han tenido que vender muebles de sus casas para poder tener algo de dinero con el que mantener a la familia. No ven ningún futuro para su familia rodeados de violencia en su barrio y están desesperados por encontrar un modo para cruzar a Estados Unidos de nuevo.
Ofrecemos apoyo psicosocial para los niños que son devueltos al centro de repatriación en San Salvador. Allí, muchos niños cuentan casos de abusos por parte de los traficantes y de trato deplorable por parte de las autoridades de ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y México.
Ésta es la historia del intento de Sara* y su familia de escapar de la violencia y encontrar una vida mejor en Estados Unidos, contada por ella misma.
La verdad es que cuando estábamos viajando no nos ocurrió nada realmente terrible a parte de cuando nos abandonó. El coyote nos llevó por un camino rural y dijo que vendría a buscarnos en camioneta, pero nunca volvió. Tenía miedo por la gente me había dicho que México era peligroso. Me habían dicho que te pueden violar, que te puede pasar cualquier cosa.
Antes de irnos vivíamos al día, nos las arreglábamos. Mi padre había perdido su trabajo así que a veces iba a la escuela con dinero y otras no. Me gustaba mucho ir a la escuela pero había chicos esperando a la salida, merodeando a la entrada. No solo chicos, también hay chicas en las bandas, que intentan intimidarte. A veces te piden dinero. Me dan miedo. Este año raptaron a una chica en la puerta de la escuela. Si la chica no hubiese luchado no sé qué podría haber pasado.
Mi abuela lleva 26 años en los Estados Unidos. Volvió en abril, cuando mataron a mi tío. Mis dos tíos han sido asesinados este año por las bandas y creo que eso es lo que hizo a mis padres decidirse. La primera vez que supe que nos íbamos a Estados Unidos fue cuando el coyote vino a casa. Estábamos todos para conocerle. Al final no tuvimos que vender la casa porque nos abandonó. Pero le habíamos pagado 2.000 dólares como adelanto y cuando nos abandonó sólo nos quedaban 40 dólares y nuestros móviles.
Sólo les conté a mis mejores amigos que iba a hacer el viaje. Algunos dijeron que era muy peligroso, que me podría pasar cualquier cosa. Pero yo sólo pensaba en un futuro mejor, en terminar mis estudios, que la vida sería mucho mejor allí para todos."
Nos levantamos, nos duchamos y nos fuimos a la estación. Éramos ocho: mis padres, mis dos hermanos, mi tía y mis dos primos. Estábamos contentos porque teníamos la esperanza de cruzar la frontera y tener una vida mejor. Nos montamos en un autobús para ir a la estación, nos comimos unas pupusas (tortillas), que estaban horribles. El coyote compró los billetes y esperamos a otro autobús. Todo parecía normal, era como si nos fuésemos de viaje. Pasamos una noche en Santa Ana, cerca de la frontera con Guatemala. Los ocho y el coyote en la misma habitación. Nos levantamos, desayudamos y vino una furgoneta a por nosotros. Cruzamos la frontera de Guatemala.
Primero llegamos a una casa y después nos llevaron a un hotel. Dijo que al día siguiente viajaríamos hasta la frontera de México por la tarde y que le esperaríamos allí. Esperamos varios días allí, de jueves a domingo, sin recibir ninguna información. Sólo nos dijo “Esperadme aquí”. Pensamos que ya no vendría. Hacía mucho calor, no había electricidad. Volvió después de 5 días. Nos tranquilizamos. Pero entonces nos dijo que nos teníamos que separar. Dijo que mi tía y mis primos se tenían que quedar. Fue terrible, pero ¿qué más podíamos hacer? Nos sentíamos fatal por tener que separarnos.
Nos separamos, y el coyote nos llevó a mí, a mis padres y mis hermanos a otro sitio. Tuvimos que andar por la frontera entre Guatemala y México. Nos dijo que teníamos que andar. Nos hizo andar 6 km bajo la lluvia, incluso a mi hermano de 3 años. Estaba empapado. "
Todos teníamos el mismo objetivo, cruzar la frontera. Así que sabíamos que teníamos que continuar. Sin importar lo cansados que estuviésemos. Pasamos al lado de un grupo de policías pero no pasó nada. La policía no puede hacer nada, así que seguimos caminando y cruzamos la frontera de México. Vimos algunos oficiales que controlaban la frontera pero no nos dijeron nada. Finalmente cogimos un taxi hasta una casa.
“Ya estamos en México”, el coyote nos dijo que no saliésemos de la casa o podrían vernos. Nos reencontramos con mi tía y con mis primos allí. Me sentí aliviada, me había sentido tan mal por tener que abandonarles. Ahora nos sentíamos bien. Pensamos que en unas pocas horas estaríamos cerca de la frontera de Estados Unidos. Llevábamos 9 días de viaje. El coyote nos dijo que ya habíamos pasado lo peor. Pero era todo mentira.
Nos fuimos a las 3 de la madrugada en un taxi. Nos llevó a un rancho con vacas y caballos. Andamos un rato por el bosque. Entonces nos dijo que tenía que irse y coger un coche. Dijo que volvería en 15 minutos. Tenía todas nuestras cosas.
Le esperamos. A las 7 de la mañana llamó a un tipo hondureño que estaba con nosotros, que tenía móvil. Nos dijo que volviésemos al rancho, que nos iría a buscar allí. A partir de ahí desapareció. Imagínate. No teníamos dinero, ni teléfono, no teníamos nada. Así que esperamos. Nos desesperamos, especialmente mi padre. No habíamos comido nada en todo el día, no teníamos dinero. Nos habían abandonado. Pensé que nos iban a matar. Que a lo mejor me violaban. Habíamos oído historias así. El coyote nos había avisado de una familia que conocía a cuya hija habían violado delante de su padre.
Esperamos hasta que se hizo de noche. Unos extraños nos ayudaron, nos dieron comida, algo de pollo y huevos. Pero yo no podía comer. Estaba mala de la preocupación y la decepción. No paraba de pensar en mis estudios, cómo no podía continuarlos en El Salvador, que mis padres no tenían trabajo. La idea de volver era terrible. Pasamos la noche con esta gente y entonces mi padre decidió volver. Era la única solución.
Cuando mi padre nos lo dijo empezamos a caminar. Volvimos a la oficina de control de la frontera que habíamos estado evitando. Fueron muy amables. Incluso llevaron a mi hermano pequeño al hospital. Tenía mucha fiebre. Empezó a tenerla cuando estábamos andando en Guatemala. Yo estaba muy preocupada por él. Habíamos estado andando 3 horas bajo la lluvia. Le cubrimos de plástico e hicimos todo lo posible porque no se mojase pero no funcionó.
Estuvimos 3 días allí hasta que mi hermano se puso mejor. Después nos llevaron a Tapachula en autobús. Tardamos 12 horas. Llegamos a Tapachula y se llevaron a mi padre. Le echaba mucho de menos. Pasamos toda una semana allí. Era un sitio horrible. Todo era feo. Estábamos en una habitación con otra mujer. Por la noche cerraban las pueras y no las abrían hasta las 9 de la mañana.
Estaba tan decepcionada y triste cuando volvimos a casa. Espero que encontremos otra forma de reunirnos con mi abuela. Me gustaría ser abogada o psicóloga. Depende si conseguimos ir a Estados Unidos. Tengo mucho miedo de ir a la escuela aquí.