Baby Lana

 

Por Pilar Kaltzada - Presidenta del Patronato de Save the Children

Al recordar este año, hay dos imágenes que no me abandonan. La primera me lleva a la unidad de maternidad de Save the Children en Gaza donde conocimos a Lana, la primera niña a la que ayudamos a nacer, entre las bombas y el terror, pero en un lugar limpio y con la ayuda de una matrona y una ginecóloga. Su llanto fue un acto de resistencia, una afirmación de vida y ese sonido —frágil y poderoso— es para mí, el corazón simbólico de todo lo que hacemos. 2024 nos ha puesto frente a un espejo que nos devuelve una realidad intolerable: niños y niñas sometidas a atrocidades inconcebibles mientras la ayuda humanitaria espera bloqueada en la fronteras. Estamos asistiendo a la negación sistemática de todo lo que nos define como Humanidad y de las normas con las que nos hemos dotado para no caer en la barbarie. Hoy, más que nunca, toca defender lo esencial. 

La segunda imagen es menos lejana, pero igualmente reveladora. Ocurrió en Valencia, tras la DANA que inundó calles y arrancó certezas. Recuerdo a niños y niñas que nos contaban, con palabras entrecortadas, que cuando el agua se llevó sus mochilas, sus dibujos y su rutina su mundo se vino abajo. Trabajamos para recuperar el hilo de lo cotidiano, junto a familias y comunidades que nos enseñaron, una vez más, que formamos parte del mismo tejido humano.

Entre esas dos escenas —una bebé en Gaza y una escuela anegada en Valencia— se traza el mapa de nuestra misión: proteger la infancia, aquí y allá, con la misma urgencia y el mismo cuidado, y defender sus derechos. Esa es nuestra razón de ser.

Los últimos tres años han sido el periodo más violento para la infancia desde el final de la Guerra Fría y los ataques contra escuelas y hospitales han alcanzado la mayor cifra de la última década. Gaza es el símbolo desgarrador de tantas infancias atrapadas en conflictos que roban la vida y la dignidad. Como allí, en lugares como Sudán, Haití, Siria o Mauritania, la infancia no sobrevive, resiste. 

Mientras la Humanidad no encuentre otra forma de resolver disputas sin violencia, debemos exigir el respeto a las normas en los conflictos y responsabilizar a los infractores, ya que sin reprobación iremos hacia la repetición. La ayuda humanitaria salva vidas y lo demostramos con pruebas.  Nuestros compañeros y compañeras se arriesgan para proteger este derecho esencial y muchos pierden la vida. Mi reconocimiento a todas las personas que sostienen el trabajo y la conciencia humanitaria en contextos cada vez más hostiles. Recordemos que «no somos un objetivo».

El dolor no se mide, pero los resultados sí, y en esta Memoria podrás consultar los resultados tangibles de nuestra labor compartida. En 2024 hemos estado presentes en 112 emergencias, en 113 países, llegando a más de 113 millones de niñas y niños. En España, hemos acompañado a más de 10.800, siempre con la certeza de que los derechos de la infancia no tienen fronteras. Lo hemos hecho con responsabilidad, con eficacia, pero sobre todo con convicción.

Hemos estado donde se nos necesitaba: reforzando escuelas, garantizando alimentación, ofreciendo apoyo psicosocial, luchando contra la violencia y abriendo puertas a la esperanza. Además, hemos fortalecido nuestra presencia en emergencias, defendido derechos y transformado realidades con programas que no solo están auditados y verificados, sino pensados desde y para la infancia: por cada 10 €, casi 8 se han destinado directamente a la infancia.

Este año nos ha llevado a vivir situaciones extremas, en las que hemos asistido a miles de niños y niñas sintiendo su propio dolor y su impotencia. Y también su determinación, coraje y resistencia, porque cada niña y cada niño que protegemos hoy es un futuro que se reconstruye.

Nada de esto sería posible sin una gestión responsable y sin la fuerza de nuestra red: personas socias, entidades aliadas, administraciones públicas y empresas comprometidas que hacéis que cada paso tenga impacto. 

El mundo necesita una revolución en clave de infancia, y empieza por no mirar hacia otro lado. Cada persona socia, cada entidad colaboradora, cada profesional, cada voluntaria, cada donación, cada voz que se suma, multiplica y permite que el mundo llegue a escuchar el llanto de niñas como Lana. 

Este 2025 no será más fácil, pero puede ser más justo. 

Gracias por hacerlo posible, por seguir tejiendo ese hilo invisible y por confiar.

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