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Las nevadas no son siempre alegres

Abu Fares* es un granjero de 60 años con cuatro hijos: Faten* de 16 años, Fares* de 12 años, Tareq* de 10 años y Abvudallah* de 9 años. Para Abu la época de nevadas era sinónimo de felicidad cuando era pequeño. Eran tardes reunido con la familia, asando castañas, jugando a las cartas y comiendo dulces caseros. Creció con la idea de que la nieve era un buena, regaba los campos y llenaba los pozos. Todo eso hacía que su granja y la granja de su familia fueran un pequeño paraíso cuando acababa el invierno y llegaba la primavera. Todo esto ha cambiado desde que Abu vive con su familia en uno de los campos de refugiados en Bekaa Valley, en Líbano.

Cuando nos enteramos de que la tormenta venía nos desanimamos mucho, el año pasado durante tormenta de nieve lo pasamos realmente mal, pasamos mucho frío”.

El año pasado Abu y su familia tenía ayuda de las Naciones Unidas y contaban con algo de dinero en efectivo para conseguir combustible y estufas. Este año el nivel de ayudas se han reducido, algo de lo que ellos dependen totalmente.

Os juro que cuando vi la cara de felicidad de los niños al ponerse los abrigos, las botas y los gorros empecé a llorar.“

“Dos días antes de la tormenta hacía mucho frío y viento. No teníamos leña o combustible en la tienda. La ropa de mis hijos no era lo suficientemente abrigada y no podía mantenerlos calientes. Cada vez que les miraba me sentía mal, les estaba viendo tiritar por el frío aunque les tapaba con las pocas mantas que teníamos. Rezaba, rezaba a Dios para que nos ayudase con su misericordia. Nuestras súplicas fueron escuchadas y un grupo de libaneses jóvenes vinieron con chaquetas, botas y gorros para los niños en el campo de refugiados. También nos dieron dos bolsas de leña para cada familia. Os juro que cuando vi la cara de felicidad de los niños al ponerse los abrigos, las botas y los gorros empecé a llorar.

Es la frustración de un padre que quiere mejorar la vida de sus hijos y de su familia. Una familia que se ha visto expropiada de todo por culpa de la guerra: su casa fue destruida en un bombardeo, uno de sus hermanos fue asesinado, otro raptado y el tercero también vive sin casa con su familia.

En Siria la gente no tenía miedo al invierno. Siempre ha nevado en la misma época y los niños salían a los jardines a jugar y hacer muñecos de nieve. Cuando se cansaban de jugar entraban a casa a calentarse junto a la estufa. Siempre había ropa seca y sopa caliente. Esa situación ha cambiado.

“No puedo describir con palabras lo que vivimos la última noche. Fue duro para los niños y también para los adultos. Estaba nevando con fuerza, tanto que en menos de una hora todo el campamento estaba cubierto por la nieve. Las tiendas están hechas con una estructura frágiles de madera y plásticos que la cubren. Cuando la nieve se empezó a acumular en el techo de la tienda escuchamos la estructura crujir y salíamos cada media hora a quitar la nieve del techo para que no cediese sobre nuestras cabezas.

Fares y Tarq no pudieron dormir en toda la noche porque me tenían que ayudar, peso demasiado y podría romper el tienda. Cada diez minutos que salían fuera les decía que volvieran a entrar para sentarse un rato junto al fuego. Les animaba y les decía que ya no eran niños, que se habían convertido en hombres ahora que la familia dependía de ellos. Pero sabía que no es verdad, que son aun niños y tienen derecho a dormir en su casa, calientes, alimentados.

Sé que deberían estar cansados de jugar con sus amigos, no de trabajar toda la noche. Cuando les ve veía en el techo de la tienda, siendo azotados por el frío que venía cargado con la nieve más cruel y haciéndolos invisibles para mi, empecé a desear haberme quedado en casa y muerto en alguno de los bombardeos con mis hijos. Hubiera preferido eso a verles como estamos ahora, al menos un bombardeo te mata de una sola vez y no tienes que estar sufriendo cada día con frío, hambre, humillación e impotencia”.

Estamos trabajando para que la calidad de la vida de los niños que han tenido que refugiarse en campos sea lo mejor posible. Llevando estufas, mantas, abrigos, zapatos y productos que cubran las necesidades básicas de los refugiados. Ayúdanos a hacer llegar estos materiales a Siria.

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