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No sabemos ni leer ni escribir pero nos sentimos muy orgullosos de que nuestros hijos sí

Hace dos semanas estuve de nuevo en una comunidad rural muy remota llamada El Galope, en Matagalpa, cerca del bosque más grande de Nicaragua (un lugar asombroso y hermoso), donde viven 141 familias.

Llegué a una casa donde lo primero que me llamó la atención fue ver carteles sobre salud infantil y salud sexual y reproductiva. Me sorprendió sobre todo el hecho de encontrar información sobre la anticoncepción y la planificación familiar, ya que por lo general es un tema tabú en las zonas rurales de Nicaragua. Los propietarios de la casa son Juana y Antonio, los padres. Me estaban esperando con una gran sonrisa. Juana me presentó a sus hijos Maynor (de 11 años) y Alexander (8), que ya llevan trabajando durante varios años. Son una pequeña familia que vive del cultivo del café y que este año, debido a la roya, apenas han tenido producción.

Somos una familia pequeña, tenemos tres hijos pero el mayor, que ya tiene 18 años, está Casado y ya no vive con nosotros. No quisimos tener más hijos; lo teníamos claro”.

A diferencia de lo que pasa en las casas de otros agricultores, donde solo el hombre habla, me gustó comprobar que es una mujer con coraje que habla tranquilamente de temas relacionados con el café, la economía doméstica o la situación del país.

Maynor es un chico muy agradable; tiene un corte de pelo curioso y se comporta como un pequeño adulto. Está en el último curso de primaria y cuando le pregunté sobre sus notas me dijo: “más o menos bien”. Toda la famila se rió por la respuesta.

Alexander es muy simpático. Le pregunté en qué le gustaría trabajar cuando crezca: me dijo que quería ser policía, y le pregunté por qué.  “Porque sí” dijo. Creo que fue una respuesta muy bien razonada. La familia se volvió a reir; son una familia muy simpática.

Su plantación de café está a 500 metros de su casa. “Tenemos 0,6 hectareas pero la roya nos ha afectado mucho desde 2012”, comenta Antonio.

“En 2014, tuvimos sólo cinco quintales de café. Nuestra principal fuente de ingresos es la producción de café y este año sólo hemos conseguido 231 dólares por ella”. 

Es decir,  por su producción la familia recibió sólo 231 dólares por todo un año de trabajo, ocho horas al día, sin incluir el coste de mantenimiento de la plantación. “En 2013, tuvimos 13 quintales, que no es mucho más (aprox. 1000 USD). Además, “el precio del café ha caído y ahora vendemos un quintal por 46 USD. En 2012, un quintal costaba 77 USD “, añade Juana.

“También alquilamos un pequeño jardín para cultivar frijoles y maíz para comer, y vendemos una parte. Yo soy el que trabaja allí y mi hijo Maynor me ayuda a veces”, comenta Antonio. Suelen ganar unos 9 dólares al mes por este trabajo.

Maynor, Alexander y yo trabajamos en granjas. En la temporada de siembra, solíamos ganar 37 dólares cada uno al mes, trabajando seis días a la semana y ocho horas al día (lo que supone 1,5 dólares al día). Cuando no es temporada de siembra, sólo trabajamos dos días por semana y los ingresos son muy bajos. Pero los niños trabajan cuando no tienen clases “.

La casa en la que viven está hecha de madera y es muy humilde. Duermen los cuatro en una habitación; los niños en una cama y los padres en otra. Aunque Maynor tiene tres años más que Alexander, parecen de la misma edad. Son pequeños pero no sorprende porque son niños que trabajan,  que van a la escuela pero que solo comen frijoles, café, maiz y arroz. Alexander tiene asma desde que nació pero es un niño muy activo.

Cuando hablamos de la roya del café, Maynor comentaba preocupado, “yo sé hace años que hay menos café. Mis padres están preocupados pero no nos dicen nada”. Cuando mis padres se enteraron de lo que pasaba, se pusieron tristes. Juana me dijo “haré lo que sea por ellos. Muchos niños han dejado la escuela porque a sus padres no les importa o porque no tienen suficiente dinero. No quiero que eso le suceda a mis hijos. Ni yo ni mi marido pudimos estudiar porque no había colegio en nuestra época. No sabemos ni leer ni escribir pero nos sentimos muy orgullosos  de que nuestros hijos sí.

El año que viene Maynor ira al instituto en El Cua (a 20 kilómetros de distancia). Pero el billete de bus cuesta 3,8 dólares.  Así que tendrá que ir el sábado porque no podemos hacer frente a un billete diario; pero trabajará duro para poder conseguir dinero para estudiar”.

En estas situaciones siempre pienso lo injusta que es la vida para mucha gente. ¿Qué suponen 3 euros para cualquiera de las personas que lean esto? Cuando conozco a niños inteligentes que les gusta estudiar pero que tienen que dejar la escuela, siempre pienso lo distinta que podrían haber sido sus vidas. Y también me doy cuenta de lo afortunada que he sido al tener la infancia que tuve.

PD. Juana me dijo que era voluntaria de las brigadas médicas que cuentan con el apoyo de Save the Children. “Hacemos controles de peso y estatura a los niños y también les damos información y charlas sobre planificación familiar. Lo hago porque me gusta ayudar a mis vecinos”.  Éste es un claro ejemplo de la personalidad de esta mujer, modesta y buena persona, que me comentó que hacía esto al final del día pero sin querer presumir de ello.