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República Centroafricana: Bangui, el miedo en una ciudad fantasma

Esta entrada ha sido escrita por nuestro compañero en República Democrática del Congo, Michael McCusker.

Empezó en torno a las 6 de la mañana del jueves 5 de diciembre, cuando nuestros compañeros se despertaron por el sonido de explosiones y de tiroteos. Durante toda la mañana, mantuvimos los nervios, llamando sin descanso a todas las personas que conocíamos en la ciudad para tener más información en lo que acabó siendo el mayor brote de violencia en todo el año aquí en Bangui. El resto del día tuvimos que quedarnos dentro de casa.

Ya se ha confirmado que 400 personas perdieron la vida y que más de 60.000 personas se han visto obligadas a abandonar sus casas. La Cruz Roja ha reunido los cientos de cadáveres que se quedaron a ambos lados de la carreteras para llevarlo a morgues y lugares de oración.

Terrible.

Ayer visitamos junto a Unicef distintos emplazamientos, entre ellos iglesias y mezquitas, donde miles de desplazados permanecen refugiados.

Nadie puede dormir. Los rumores de más ataques continúan circulando por lo que ninguno de nosotros logra dormir más de una o dos horas por la noche”.

Las personas enfermas tienen miedo a ir al hospital

En el momento en el que escribía esta entrada, 63 personas se recupearaban de las heridas en este mismo barrio. El imam me contó que en torno a 500 familias necesitan atención sanitaria pero que el miedo a más ataques les frena a ir a los hospitales.

No fue fácil escuchar las atrocidades de las que han sido testigos. A una mujer embarazada le destrozaron el vientre con un cuchillo. El imam nos contó como un niño de no más de tres años recibía tratamiento después de que le cortaran un brazo.

Niños y niñas solos

Crucé hacia otra mezquita. Un hombre local nos contó que alrededor de 180 niños y niñas no acompañados llevaban dos noches allí buscando refugio. Junto a Unicef, vamos a documentar los casos individuales lo antes posible para reunir a los niños y niñas con sus familias.

Finalmente seguimos hacia la Castor Church donde se calcula que más de 3.000 personas permanecen refugiados. Por la noche la gente se apiña dentro de la iglesia en busca de un lugar donde dormir en el suelo. Muchos de los niños aquí están pasando hambre y tienen mucha fiebre. Muchas madres tienen miedo que sus hijos enfermen con malaria. Solo hay un baño en la iglesia. Si mucha gente se queda aquí, el riesgo para su salud no deja de incrementarse.

Mientras el caos reina en los improvisado campos para las personas desplazadas, Bangui sigue siendo un ciudad fantasma.