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Seis días de gasto militar permitiría enviar a la escuela a todos los niños y niñas del mundo

Vivía en Muheto antes de que empezasen los combates. Mis padres y yo caminamos más de seis horas hasta que llegamos a Lushebere. Llevamos más de un año en el campo de desplazados y durante mucho tiempo no pude ir a la escuela, me quedaba en casa ayudando a mi madre. Mis padres no podían pagar las tasas. ¿Como iban a poder? Pensaba mucho en mi futuro, me daba mucha pena pensar que nunca podría llegar a cumplir mi sueño y convertirme en profesora.”

Bora*, 10 años. República Democrática del Congo

Bora tiene 10 años y vive en un campo de desplazados en Lushebere, en el distrito de Kitchanga, en la República Democrática del Congo. A pesar de acoger 20 campos de desplazados y más de 40.000 desplazados internos, no recibe la consideración de emergencia para recibir la financiación suficiente que permitiría a los padres de Bora pagar las tasas para la escuela. Durante los días en que gran parte del mundo celebraba la navidad, ser registraron 24 violaciones en el distrito; en otra zona del país, esa cifra ascendía a cientos. Mientras que esta situación sería considerada una crisis social en tu barrio o en el mío, en la RDC no llama la atención frente a otras emergencias. Los niños y niñas de Kitchanga están atrapados en una zona gris: viven en un contexto de inestabilidad, pero no lo suficientemente inestable para la comunidad humanitaria como para considerarla una prioridad.

La historia de Bora podría estar recogida en el Informe de Seguimiento de la Educación para Todos en el Mundo 2011, que publicaba ayer la UNESCO, y que destaca con mayúsculas el hecho de que la mitad de los 69 millones de niños y niñas que no reciben educación se encuentran en países en conflicto. El informe señala además que si la comunidad internacional no actúa ya, para el 2015 la cifra de niños y niñas fuera de la escuela podría ser incluso mayor a la que existe hoy lo que supondría no sólo no alcanzar el Objetivo de Desarrollo del Milenio en Educación sino colocarnos en un escenario todavía peor.

La educación en emergencias: la última de la fila, la última de la clase

La educación en emergencias sufre una doble desventaja: al tiempo que representa una pequeña porción de los llamamientos de ayuda humanitaria que se realizan, supone una porción todavía más pequeña de aquellos que logran financiación: en el año 2009 apenas representaba el 2% del total de la ayuda humanitaria.

Desde Save the Children hemos defendido durante mucho tiempo que el apoyo a la educación no debería ser menor que el 4% del gasto humanitario para una crisis específica. En el año 2006 lanzábamos Reescribamos el Futuro, un esfuerzo global para abordar esa misma cuestión porque sabíamos que se precisaría un cambio radical en el pensamiento, la financiación y la actuación mundial si queríamos contar con alguna oportunidad para que los niños y niñas en países en conflicto accedieran a la escuela.

La falta de financiación constante o crónica que se esconde detrás de estas cifras deja a los niños y niñas de estos países fuera de la educación en un momento en el que la escuela no sólo aseguraría su aprendizaje, sino que también les ayudaría a protegerse de la violencia y a comenzar a recuperarse.

En la República Democrática del Congo, donde el informe expone el uso sistemático de la violencia sexual como arma en el conflicto continúo que vive el país, de la irrisoria cifra de 25 millones de dólares que se solicitaron para educación en 2010, apenas se había asignado el 15% a mediados del año pasado. Hay más de dos millones de desplazados en Congo y una enorme proporción de los niños y niñas de las comunidades afectadas no están asistiendo a la escuela. Algo que sucede a pesar de que las familias que viven esta situación colocan la oportunidad de que sus hijos e hijas accedan a la educación por encima de sus prioridades.

Libros en lugar de bombas

Como señala claramente el informe, una fuente potencial de financiación que permitiría evitar ese escenario sería lograr un recorte en el gasto militar mundial. Si los países ricos cediesen la partida del gasto militar de seis días a la ayuda al desarrollo para educación básica, podrían cubrirse los 16.000 millones de dólares que faltarían para alcanzar los objetivos en Educación para Todos marcados para el año 2015. Pero el gasto militar es también una prioridad para los países en desarrollo: 21 de los países más pobres del mundo emplean más dinero en gasto militar que en educación primaria. En algunos casos, la diferencia es mucho mayor: Chad, por ejemplo, que cuenta con algunos de los peores indicadores en educación de todo el mundo, gasta cuatro veces más en armas que en escuelas primaria. En Pakistán el gasto militar es incluso siete veces mayor que el educativo. Si estos países recortasen el gasto militar en un 10%, podrían asignar más de 9.5 millones de dólares a las escuelas (el equivalente a un reducción del 40% en la población fuera de la educación en sus países). El informe ofrece argumentos de peso tanto a los países donantes como a los países en desarrollo para identificar el potencial que supone convertir el gasto improductito que se realiza en bombas por inversiones en las escuelas, los libros y los niños.

Todos los países tienen que responder a las amenazas a la seguridad. Sin embargo, las oportunidades perdidas en educación refuerzan la pobreza, el desempleo y la marginación que conduce a mucho de los conflictos que estallan en todo el mundo tal y como demuestra la situación que se está viviendo en todo el norte de África.

Los vínculos entre la ayuda y la política internacional

Los países donantes tienen un papel fundamental a la hora de asegurar que la ecuación en los países en conflicto se convierte en una realidad. Sin embargo, los datos nos muestran que algunos de los países más pobres y más frágiles están fuera de las agendas internacionales, mientras que un selecto número de países reciben la mayor parte de los fondos en educación en línea con las prioridades de seguridad de los países donantes. Afganistán recibe más ayuda en educación básica que Sudán, la República Democrática del Congo y Liberia juntos. Pero la foto general es la de un impresionante abandono internacional, una situación que con la crisis actual parece abocada a empeorar.

Pero también resulta tremendamente importante que los países afectados por conflictos, asuman su responsabilidad de asegurar la educación para todos y se comprometan a asignar al menos el 20% de sus presupuestos nacionales a la educación, desplazando de este modo todas las barreras financieras que impiden a los niños y niñas más marginados acceder a la educación.

Desde Save the Children llevamos décadas defendiendo y trabajado por una educación de calidad para los países afectados por conflictos. A través de nuestros esfuerzos combinados con los de los donantes, más de 1.7 millones de niños y niñas disfrutan de su derecho a una educación en estos países.