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Siria: muchos niños no saben donde están sus padres

Esta entrada ha sido escrita por nuestra compañera en Jordania Francine Uenuma.

Desde que la población empezó a huir de sus hogares hace dos años y medio, hemos visto innumerables imágenes de grandes campos llenos de personas refugiadas. Jordania acoge uno de los campos más grandes, Za´atari, refugio para más de 130.000 personas –aunque muchas más personas refugiadas en comunidades y que lo están pasando muy mal para acceder a los servicios que necesitan.

En Amman, estamos tratando de conectar con el segmento de la población refugiada a la que es más difícil llegar. Estos días hemos estado visitando el espacio de juego seguro establecido en la parte antigua de la ciudad, un lugar lleno de brillo y paz, donde los niños y niñas han llenado las paredes con sus dibujos y pinturas. En esta habitación, el personal de Save the Children y las personas sirias refugiadas “ayudan” a 29 niños y niñas a volver a jugar, a estudiar y ser ellos mismos en un ambiente sin amenazas y peligros.

Muchos niños y niñas no saben donde están sus padres

Hablamos con Shireena, una niña siria de 10 años que ahora vive en Amman con sus madre y sus hermanos. Su padre lleva desaparecido más de un año. Shireena lleva fuera de la escuela dos años y, como muchos niños y niñas en su misma situación, este espacio de juego es la única actividad estructurada con la que cuenta cada día. “Dibujamos y jugamos…cantamos y nos contamos cuentos,”, explica. “Nos ponemos contentos.” A pesar de no poder ir al colegio, nos cuenta que quiere ser mayor para ser médico porque así “si algo te ocurre o a alguien cerca de ti, siempre les puedes ayudar.”

Lo primero que nos cuenta Zeina, de ocho años es que está muy preocupada por su padre. Le vio después de que le dispararan en las dos piernas dejándole totalmente lisiado."

Como Shireena, Zeina tampoco sabe donde está su padre. Cuando estamos a punto de irnos, una de las profesoras nos dice que hay una niña que quiere hablar con nosotros. Lo primero que nos cuenta Zeina, de ocho años -con una voz tan suave que apenas podemos oirla – es que está muy preocupada por su padre. Le vio después de que le dispararan en las dos piernas dejándole totalmente lisiado – una terrible imagen para cualquiera, que lo es mucho más para una niña. Nos cuenta que está muy preocupada por él porque no están seguros de donde está. La expresión de su cara concuerda con la tristeza y preocupación que lleva consigo. Aquí, en este centro donde puede jugar segura, Zeina se dedica a dibujar y dibujar el barrio donde vivía. A Zeina le gusta poner sobre el papel los recuerdos de una casa que todavía echa de menos.

Llegar a los niños y niñas como a Shireena y Zeina, así como a sus familias (en el centro también se llevan a cabo sesiones para los padres y se les pone en contacto con programas en los que se les ofrecen los servicios más básicos) es una prioridad para nosotros en esta crisis y especialmente importante en zonas urbanas como esta. Muchos padres no pueden pagar el transporte, por lo que ponemos buses gratis para que los niños y las niñas puedan llegar hasta aquí. Y los cambios son visibles. Los padres y las madres explican a las profesoras que ven notan como va cambiando el comportamiento de sus hijos e hijas, la agresión va dando más espacio a la cercanía.

Sin embargo, el número de niños y niñas dispersos entre las ciudades que no tienen acceso a programas como este, sigue siendo demasiado elevado. Sus vidas han cambiado de una manera totalmente drástica. Vidas, como la de Shireena y Zaida, que hoy necesitan un gran apoyo.

* Todos los nombres han sido modificados para proteger la identidad de las personas.