Una familia separada por la violencia

Majek * es un abuelo de 77 años de edad de Sudán del Sur. Estaba celebrando una boda familiar cuando estalló el conflicto en Juba (capital de Sudán del Sur).

“Podríamos ver y oír los combates fuera. Los hombres estaban disparando ametralladoras en la calle. Las balas volaban por las ventanas de nuestro edificio. Nos quedamos debajo de las camas para protegernos“.

Separado de sus hijos en el caos

“Después de tres días, ya era seguro salir. Cuando salimos había cadáveres en las calles y me enteré de que el conflicto también había llegado a mi ciudad natal. Había sido invadida y la carretera fue bloqueda”.

Majak no tenía elección. Sólo había una salida segura de Juba y era en dirección opuesta a su casa. En este caos se vio separado de sus hijos.

“Tenía mucho miedo al pensar en mis hijos. No tenía teléfono y no había forma de contactar con ellos. Estaba perdiendo mis sentidos en este momento y apenas puedo recordarlo. No podía ni comer ni dormir. Yo no pensaba en mí; sólo en mis hijos.”

No sabía qué hacer

Cuando finalmente se sintió seguro, me comentó, “yo no sabía qué hacer. Entonces oí que Save the Children estaban buscando niños que estaban solos y preguntando a la gente si habían perdido a sus hijos. Así que se lo comenté y me dijeron que iban a tratar de ayudarme”.

En Save the Children estamos trabajando en Sudán del Sur para identificar a los niños que han sido separados de sus padres y les estamos dando protección y ayuda, con el objetivo final de juntarles con sus familias.

Pasaron 10 días hasta que nuestros compañeros pudieron darle a Majak la noticia que llevaba tanto tiempo esperando, pero que temía que no fuera a ocurrir.

Save the Children reune a otra familia

Sus hijos estaban sanos y salvos a más de 300 kilometros de distancia, en Awerial, a donde unas 100.000 personas habían huido a través del río Nilo.

Actualmente sigo en contacto con Majak y su familia en las afueras de esta ciudad de tiendas de campaña. En Save the Children trajimos a Majak aquí para que estuviera con sus hijos y les hemos proporcionado los elementos de ayuda esenciales para todos ellos.

“Cuando me enteré de que mis hijos estaban bien, me sentí completamente feliz. Cuando nos volvimos a ver todos lloramos de felicidad. Me consideraba una persona tranquila, pero cuando nos reunimos de nuevo, no pude controlar mi felicidad”.

Gracias a Dios y  Save the Children por encontrar a mis niños

Abie* es la hija menor de Majak, solo tiene 5 años. Cuando no está jugando con nuestras caras o invitándonos a una fiesta de pijamas, siempre deja una cosa clara:  “Lo mejor de este lugar es estar con mi padre.”