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Sobre el acoso escolar y sus consecuencias

Publicamos una entrada de José Antonio Luengo Latorre (psicológo y asesor técnico en materia de salud escolar dentro de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid) dentro de las reflexiones y el trabajo que Save the Children está realizando sobre cómo afecta la violencia a los niños y la protección que estos deben tener de cara a la aprobación de una posible ley integral. Desde este blog le queremos agradecer sinceramente su colaboración

No es un tema menor. Ni que pase desapercibido. Pero en su día, no hace demasiado tiempo, sí lo fue. Y dejó muchas indiferencias a su paso. Esto curte, se decía. Son cosas de chicos, se argumentaba. O, incluso, siempre ha pasado. Palabras y palabras para justificar lo injustificable, para seguir mirando hacia otro lado, para no hacer lo que hay que hacer. Los centros educativos tuvieron, tienen y tendrán una importante, trascendental diría yo, responsabilidad en la prevención, detección y pronta y efectiva respuesta ante las situaciones de maltrato entre compañeros y compañeras.

Los años 90 se convirtieron en nuestro país en un período de reflexión e investigación sobre el fenómeno. Pero tuvieron que ocurrir desgracias insalvables para que la sociedad, no solo los investigadores, percibieran el posible alcance e impacto de conductas que venían describiéndose con criterio técnico y profesional. Los datos de incidencia son preocupantes. Hablamos de una franja entre el 5 y el 15% de nuestros chicos y chicas que detallan la situación de dolor por la que pasan. Cuando son objeto, repetidamente y de forma prolongada,  de acciones y comportamientos negativos por parte de otras personas. Hablamos de insultos, vejaciones, exclusión, hurtos, incluso, agresiones físicas.

El fenómeno del acoso escolar inocula el dolor y el sufrimiento en quien lo sufre y padece. Hasta límites muy difícil de entender. Quienes hemos tenido la oportunidad de trabajar con muchos de estos chicos y chicas hemos aprendido a respetar de manera sustantiva su situación personal, descubriendo los fantasmas terribles que les acechan. El peor de ellos, la falta de confianza en todo, en todos, en la vida. Dejar de creer en el entorno que nos rodea es, probablemente, la idea más trágica que puede anidar en nuestra mente, y en nuestro corazón. Con ella viene, la inseguridad, los miedos, la autoestima baja o inexistente, el deseo de escapar, desaparecer, ir a otro lado, otro espacio donde no le miren a uno como suelen hacer. La idea (a veces, solo fantasía) de poder ir, acudir donde todos y sentir respeto, dignidad de trato.

El escenario de uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación ha supuesto, en estos últimos 5-10 años, la germinación de un escenario de relaciones e interacciones donde los comportamientos de acoso entre iguales adquieren nuevas dimensiones, en ocasiones, difíciles de prever. Entre ellos, que no solo, inquieta el conocido como ciberbullying.

El ciberbullying supone acosar en el contexto digital. O aprovecharse de él para hacerlo diferente, expansivo, muy frecuentemente, más virulento incluso. Pero no todo comportamiento irregular y poco deseable (usando TIC) que tenga que ver con las complejas relaciones entre iguales debe ser considerado como ciberbullying sin más. Este escenario de acoso en la red desarrolla una vida propia, un escenario de manifestaciones peculiares y exclusivas cuyas claves están descifrándose día a día: características singulares de los acosadores, recorrido, impacto, difusión y duración de la acción, repercusiones en las víctimas…

La actuación imprescindible, la acción preventiva, la creación de climas de convivencia democrática. Y el ejemplo. Por supuesto, la detección rápida y la acción eficaz. Con víctimas y agresores. Unos y otros necesitan ayuda. Y el trabajo con el grupo, con los iguales, con los grupos de iguales. Evitando la ley del silencio y generando la implicación en la ayuda, en el apoyo a quien sufre o da señales de dolor. Escuelas y profesores implicados, con convencimiento e ilusión por mejorar la convivencia pacífica.