Las escuelas establecidas en sótanos ya no son seguras por el uso de bombas antibúnker
MATERIAL PARA DESCARGAR: ´Vídeos, Imágenes y Audios de profesores y alumnos en Siria.
Madrid, 30 de septiembre de 2016. Los niños en Alepo ya no están seguros ni en sótanos ni en refugios subterráneos por el uso de las bombas antibúnker. Save the Children advierte de que estos nuevos misiles impiden que los menores puedan seguir con su educación ya que los colegios establecidos bajo tierra ya no son seguros. Este tipo de bombas son capaces de no detonarse cuando perforan el suelo y estallan una vez que llegan a los cuatro o cinco metros de profundidad.
Mañana, 1 de octubre, iba a comenzar el nuevo curso escolar en los colegios del este de Alepo, pero debido a que continúan los brutales ataques a la ciudad estos permanecerán cerrados. Por ello, casi 100.000 niños en edad escolar no podrán ir al colegio.
Save the Children apoya a 13 colegios en la ciudad. En los dos últimos años, ocho de estas escuelas tuvieron que trasladar las clases a sótanos para poder proteger a los niños de los continuos bombardeos, ataques aéreos, bombas de barril y fuego de artillería.
Omar, director de una escuela de la ciudad, explica que los padres tienen miedo de enviar a sus hijos al colegio. Los estudiantes están sufriendo en todos los niveles y son incapaces de concentrarse en el aprendizaje y en el estudio.
“Con tan sólo escuchar el sonido de estas bombas se genera un estado de pánico y de terror inimaginable. Las bombas antibúnker tienen tal capacidad de destrucción que pueden destruir refugios subterráneos y sótanos. Consiguen destruir los edificios por completo”, explica Omar.
Este tipo de bombas, conocidas también como “bombas terremoto”, están diseñadas para destruir instalaciones militares y tienen un sistema de retardo que produce una gran explosión bajo tierra. Estas armas tienen un impacto devastador en zonas civiles, matando y mutilando a personas que pensaban que estarían más seguras en un sótano. Su uso en Alepo se constituye como un potencial crimen de guerra.
Más de 300 niños han muerto o han resultado heridos en el este de Alepo en los últimos cinco días. Dado el peligro que supone para los menores incluso estar en sus propios hogares, no es seguro que las escuelas vuelvan a abrir. Además, los colegios carecen de necesidades básicas como combustible para calentar los sótanos, suministros de agua, libros de texto y lápices.
Amjad, con tan sólo 12 años de edad, explica cómo vive los ataques en la escuela: “No vamos al colegio porque los aviones lanzan bombas constantemente. Cuando escuchamos un avión nos sentamos en el suelo con miedo a que las cosas se caigan encima de nosotros. Mi mejor amigo murió en uno de los bombardeos. Me encanta ir a la escuela a estudiar y me gustaría llegar a ser ingeniero civil para reconstruir las casas que han sido destruidas”.
Incluso antes del último aumento de ataques a la ciudad, la educación ya había quedado diezmada. Las cifras oficiales de matrículas han caído al 6%. Debido a los desplazamientos, el conflicto y la pobreza, muchos niños se han visto obligados a dejar el colegio o sólo pueden asistir esporádicamente. En los últimos tres meses, han muerto cinco estudiantes y siete miembros del personal de colegios apoyados por Save the Children en el este de Alepo.
Nick Finney, director de Save the Children en el noroeste de Siria, denuncia: “Ahora tenemos más probabilidades de ver cómo los niños son sacados de los escombros o verlos en el suelo de un hospital que verlos sentados en sus pupitres. Se merecen cumplir su derecho a jugar y a aprender. El uso de las bombas antibúnker significa literalmente que no hay ningún lugar donde podamos protegerlos. Queremos que el uso de estas armas sea investigado como un posible crimen de guerra”.
“La infancia siria ha pagado un precio muy alto por este conflicto. El uso de la violencia con el tiempo terminará, pero para los que sobrevivan será muy difícil devolverles todos los años de educación perdidos y que puedan llegar a reconstruir sus vidas”, prosigue Finney.
Save the Children ha dado clases de recuperación durante el verano y ha distribuido “kits para estudiar en casa” para que los niños puedan seguir estudiando cuando sus colegios estén cerrados por culpa de los ataques. La organización dispone de 54 kits con material educativo listos para distribuir y cientos de cestas de alimentos, pero el asedio y la intensificación de la violencia no permiten que la ayuda llegue a la ciudad.
Se necesita urgentemente un acuerdo de alto el fuego que ponga fin a los ataques indiscriminados contra los civiles que permita que la ayuda llegue y los colegios puedan volver a abrir. Todas las partes en el conflicto deben cesar el uso de armas explosivas en zonas donde viven civiles. Save the Children también pide una investigación internacional imparcial por el ataque mortal a un convoy de ayuda de Naciones Unidas ocurrido la semana pasada y por las violaciones del derecho internacional humanitario con motivo del aumento de la violencia en Alepo.
El uso continuado de armas pesadas explosivas durante todo el conflicto ha causado muertes, destrucción, daños y traumas psicológicos a niños y familias enteras en todo el país. Cada vez hay más ataques a colegios. Las fuerzas y grupos armados en Siria deben cesar de inmediato los ataques contra centros educativos, profesores y alumnos y dejar de ocupar las escuelas con objetivos militares.
Sobre Save the Children
Save the Children es la organización independiente líder en la defensa de los derechos de la infancia en todo el mundo. Trabaja en más de 120 países salvando vidas, proporcionando seguridad y protección a los niños y las niñas y defendiendo sus derechos en el marco de la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas.
En España trabaja desde hace más de 20 años con programas de atención a los niños y niñas más vulnerables, centrados en la infancia en riesgo de pobreza o exclusión social. A través de sus programas en España, proporcionan una atención integral a los niños, niñas y sus familias para que la situación económica o de exclusión social en la que viven los niños no les impida disfrutar plenamente de sus derechos y puedan alcanzar el máximo de sus capacidades.