
NIÑAS Y ADOLESCENTES SIGUEN DESPROTEGIDAS
FRENTE A UNA VIOLENCIA INVISIBILIZADA
Cada 19 de junio se conmemora el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos, establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2015. Esta fecha busca visibilizar y condenar la violencia sexual utilizada como táctica de guerra, terrorismo o medio de represión.
La violencia sexual en contextos de conflicto sigue siendo una de las violaciones más extendidas, impunes y silenciadas, afectando desproporcionadamente a mujeres y niñas. Las consecuencias son devastadoras para las supervivientes y sus comunidades. Aunque la mayoría de casos no se reportan por miedo, según el último informe del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la violencia sexual relacionada con los conflictos, en 2023 se verificaron 3.688 casos, de los cuales el 95% fueron contra mujeres y niñas (3.504 casos) y el 32% contra menores de edad (1.180 casos, 98% niñas y 2% niños).
Dentro de este sombrío panorama, la infancia, y en particular las niñas y adolescentes, representan el grupo más vulnerable y olvidado. Las niñas y adolescentes enfrentan mayores riesgos de violación, esclavitud y explotación sexual, embarazos y abortos forzados, matrimonios infantiles y otras formas de violencia que afectan profundamente su desarrollo físico, emocional y social.
Los hijos e hijas nacidos de estas violencias también sufren estigmatización y discriminación, lo que puede llevarlos a enfrentar nuevos riesgos como el reclutamiento forzado, la trata, el abandono o incluso el infanticidio.
La violencia sexual contra las niñas sigue siendo un arma de guerra
Reconocida por la Resolución 1612 (2005) del Consejo de Seguridad de la ONU como una de las seis violaciones graves contra la infancia en los conflictos, la violencia sexual es la que más afecta a niñas y adolescentes a nivel mundial, incluso por encima del secuestro y del asesinato o mutilación . En 2023, Naciones Unidas verificó casos en 21 países, incluyendo a Nigeria (359 niñas y 7 niños), República Democrática del Congo (205 niñas, 1 niño), Sudán del Sur (98 niñas, 1 niño), República Centroafricana (160 niñas), Mali (68 niñas), Haití (41 niñas) entre varios otros.
No obstante, estas cifras solo representan la punta del iceberg. Denunciar la violencia sexual, especialmente contra la infancia, sigue siendo un desafío por las posibles represalias, el estigma social, la falta de respuesta adecuada y la inexistencia de mecanismos de apoyo en zonas de conflicto.
Este tipo de violencia se utiliza como arma de guerra con el objetivo de sembrar terror, ejercer control y castigar a comunidades. También se emplea como herramienta de limpieza étnica o para humillar a determinados grupos. Estos actos no son aislados, sino que forman parte de patrones sistemáticos de violencia, que incluyen asesinatos, secuestros, reclutamiento forzado, saqueos y destrucción de bienes. El impacto se extiende a generaciones enteras, dejando un legado de trauma duradero.
Las secuelas físicas, mentales, sociales y económicas para las supervivientes son profundas. En el caso de las niñas y adolescentes, su cuerpo en desarrollo las hace especialmente vulnerables a daños como fístulas, prolapsos uterinos y complicaciones por embarazos forzados. Tanto niñas como niños pueden sufrir lesiones anales y urinarias, así como contagio de enfermedades de transmisión sexual que, sin tratamiento, pueden dejar secuelas permanentes o ser letales. La violencia sexual también afecta a niños varones y a niñas y niños con diversas identidades de género y orientación sexual. Sin embargo, su denuncia y acceso a servicios es aún más compleja.
Es fundamental garantizar atención médica inmediata y de calidad dentro de las primeras 72 horas tras una agresión para prevenir infecciones, enfermedades como el VIH y embarazos no deseados. Muchas supervivientes recurren a prácticas inseguras para interrumpir embarazos forzados, poniendo en riesgo su vida.
Con los recortes en la ayuda humanitaria, las consecuencias serán todavía más graves para las niñas
La crisis global de financiación humanitaria limita gravemente la disponibilidad y continuidad de los servicios para la infancia superviviente. Las organizaciones lideradas por mujeres, clave en la respuesta comunitaria, enfrentan grandes obstáculos para acceder a financiación, mientras que los mecanismos de coordinación humanitaria se están debilitando. Esta situación compromete la detección temprana, la atención médica, el apoyo psicosocial y la protección, aumentando el riesgo de nuevas vulneraciones para niñas y niños.
Nuestro compromiso
Proporcionamos servicios directos a niñas y niños que han sufrido violencia sexual en el marco del conflicto. Apoyamos a las supervivientes, así como a sus familias y cuidadores, a través de nuestros servicios holísticos de gestión de casos que permiten cubrir sus necesidades en salud física, mental y psicosocial, de protección, atención legal y apoyo para la reintegración social y económica. También trabajamos en la prevención y mitigación de la violencia sexual en contextos de conflicto.
En Save the Children nos reafirmamos en nuestra intención de garantizar el acceso seguro a servicios que salvan vidas que estén centrados en las supervivientes y en la infancia, para responsabilizar a los perpetradores y para escuchar y amplificar las voces fundamentales de las niñas y adolescentes supervivientes.