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Conocer, proteger y dialogar

Pautas para ejercer una parentalidad positiva con nuestros hijos e hijas

Si algo tenemos claro con respecto a la vida de nuestros hijos e hijas es que les queremos por encima de todas las cosas. Para tratar de educarles desde ese lugar, compartimos algunas pautas de lo que representa la parentalidad positiva y como puede ayudarnos a crecer como padres y madres.

Los niños y las niñas tienen derecho al cuidado y guía apropiados. Para que un niño o una niña pueda desarrollarse adecuadamente necesita cuidados físicos, afectivos, pautas de comportamiento y normas que les hagan sentirse queridos, protegidos y seguros. (Artículo 5 de la Convención sobre los derechos del niño de Naciones Unidas)

1. Conocer, proteger y dialogar

La parentalidad positiva exige paciencia y esfuerzo. Está basada en tres premisas:

  • Conocer y entender a los niños y las niñas: cómo sienten, piensan y reaccionan según su etapa de desarrollo

  • Ofrecer seguridad y estabilidad: los niños y las niñas tienen que confiar en sus padres, sentirse protegidos y guiados

  • Optar por la resolución de los problemas de manera positiva: sin recurrir a castigos físicos, gritos, amenazas o insultos.

2. El vínculo afectivo es determinante

Son lazos invisibles pero de gran intensidad emocional que se crean entre el niño o la niña y sus padres o cuidadores, desde el momento mismo del nacimiento. Definen la relación entre ambos y tienen una influencia decisiva en el desarrollo de los niños y las niñas, en su personalidad y su autoestima. Es ese vínculo el que proporciona al niño o a la niña seguridad.

3. El afecto debe demostrarse abiertamente para que los niños y las niñas se sientan queridos

Lamentablemente, no llegamos al mundo dando por hecho que somos queridos. Los niños necesitan verlo y sentirlo para sentirse seguros. Las demostraciones expresas de amor son importantes: besos, abrazos, halagos, sonrisas. No hay nada más gratificante para un niño o una niña que sentir que es importante para sus padres y que estos están orgullos de él o ella. El afecto se manifiesta también mostrando interés por lo que los niños y las niñas sienten y piensan, dedicándoles tiempo.

Las normas son necesarias, pero acompañadas de una explicación coherente”

4. Las normas y límites son importantes, les dan seguridad

Son tan necesarias para el desarrollo emocional, cognitivo y social como el afecto. El niño y la niña necesita un entorno predecible y saber qué esperan de él o ella sus padres, les aporta seguridad. Las normas deben ser claras, sencillas y estables, y servir para facilitar la convivencia familiar y la vida en sociedad. Es necesario que se acompañen de una explicación coherente, que el niño o la niña pueda comprender: no vale el “porque lo digo yo”.

5. Los niños y las niñas deben participar en el proceso de toma de decisiones

Si se implica a los niños y las niñas en el establecimiento de las normas es más fácil que las comprendan y acepten. Todos los miembros de la familia están más motivados a la hora de cumplir las normas si estas han sido habladas y consensuadas. Se pueden conseguir así decisiones más creativas y que sean percibidas como justas. Los niños y las niñas desarrollan una buena autoestima, confianza en sí mismos y sentido de la responsabilidad.

6. Se les puede sancionar cuando se portan mal, pero no de cualquier forma

Cuando los niños y las niñas incumplen una norma o tienen una rabieta, no es porque sean malos o quieran amargarnos la vida. Al igual que nos pasa muchas veces a los adultos, a los niños y las niñas les cuesta controlar sus emociones y tolerar la frustración. Cuando no se respeten las normas y el niño o la niña se exceda en su reacción ante prohibiciones u órdenes (rompan cosas, peguen a otros niños, se tiren al suelo y pataleen), pueden aplicarse sanciones que sirvan para que repare el daño causado o para que entienda que lo que ha hecho no está bien y no debe volver a hacerlo. Las sanciones deben ser proporcionadas y claras, y aplicarse rápidamente y de manera firme, pero tranquila y respetuosa. Las sanciones tienen que mantenerse, por eso deben ser proporcionadas, ser realistas y no durar demasiado tiempo.

7. El cachete, el insulto, la amenaza o los gritos no son eficaces ni adecuados para educar a los niños y las niñas

¿Por qué? Porque el niño o la niña aprende que amor y violencia pueden ir de la mano, que cuando alguien me molesta y soy más fuerte puedo ejercer mi poder sobre otro para imponer mi voluntad. Aprende que la inmediatez de la fuerza es más útil a la opción del diálogo y al establecimiento de normas y límites. Cuando se pega a un niño o una niña o se le insulta por algo que ha hecho mal se siente profundamente mal, indefenso y rechazado por sus padres, estas emociones no le permiten recapacitar sobre el motivo por el que se le castiga. La corrección sin violencia, acompañada de una explicación clara, con ejemplos, alternativas y compromisos ayuda al niño o la niña a interiorizar las normas y a respetarlas de manera responsable.

Asumir una maternidad o paternidad responsable y positiva implica también cuidarse a uno mismo, buscar momentos de relax y disfrute personal que proporcionen descanso y fuerza para poder tirar del carro de la familia. Así que ya sabes, ¡cuídate y quiérete tú también!"

8. Los conflictos pueden resolverse sin violencia 

Los conflictos dentro de las relaciones afectivas pueden estrechar los lazos de esta unión si se resuelven de manera pacífica. Solucionar problemas sin violencia o agresividad, física o verbal, exige un ejercicio de autocrítica, de explorar nuestras motivaciones y de respeto al otro. Requiere desplegar herramientas de comunicación y negociación como la escucha activa -tratar de entender lo que el otro quiere decirnos (aunque no compartamos su punto de vista)-; ponernos en el lugar del otro -¿qué siente?-; no emplear actitudes agresivas como insultos, reproches, chantajes o amenazas y negociar salidas al problema, cediendo en algunas cosas y asumiendo compromisos.

9. Para que los niños y las niñas estén bien, todos tenemos que estar bien

Las madres y los padres deben enfrentarse diariamente a muchas situaciones y reaccionar de manera inmediata, sin pararse a pensar. Algunas situaciones pueden ser fuentes de preocupación, como la educación o la salud de los hijos y las hijas. Es natural sentirse a veces desbordado, triste o frustrado, pero es necesario evitar que este estado se generalice o se alargue en el tiempo.  

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