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Fuera, en el frío

Más de 200.000 niños sirios refugiados se enfrentan a temperaturas bajo cero sin refugio ni ropa adecuada

En nuestro nuevo informe, Fuera, en el frío, documentamos como los niños y niñas sirios intentan desesperadamente sobrevivir a las duras condiciones climáticas. Para las próximas semanas se espera nieve y temperaturas bajo cero. La falta de fondos, que se calcula en más de 200 millones de dólares, según ACNUR, está dificultando los esfuerzos de ayuda y poniendo en riesgo a las familias.

Cuando siento frío empiezo a tiritar, tengo mucho frío. Me duele la garganta y creo que tengo fiebre. Necesitamos medicinas.”

Inés, 8 años, vive en un refugio hecho con vallas de publicidad.

Entre los testimonios más desgarradores están los de niños que duermen acurrucados de tres en tres, en refugios hechos con vallas publicitarias y que están cayendo enfermos por el frío.

Las historias que estamos escuchando de los refugiados sirios dejan ver que la crisis se está deteriorando. Cada día llegan nuevos refugiados, pero no hay dinero para atenderlos. La comunidad internacional necesita plasmar sus inquietudes diplomáticas y sobre seguridad en inversión para ayudar a los niños. A menos que haya un aumento en la finaciación, miles de niños y niñas van a pasar un duro invierno sin un refugiado adecuado y enfermos.

Unos 400.000 refugiados están viviendo en tiendas, establos, obras y otros refugios temporales mal equipados para proteger contra el frío. Muchos huyeron durante los meses de verano con lo que tenían puesto y no tienen ropa adecuada para el invierno. En Iraq, el único calzado que tienen la mayoría de los niños son las chanclas con las que huyeron.

Distintos países de acogida, similares necesidades

A Jordania han llegado más de 200.000 personas huyendo de su país, la mitad de las cuáles son niños y niñas. La mayoría de las familias dependen totalmente de la caridad y la hospitalidad de la comunidad local que les apoya y comparte sus hogares. El resto, más de 30.000 personas, viven en campos de refugiados.

La mayoría de las familias en los campos viven en tiendas construidas con lonas que dejan pasar el agua cuando llueve. Mientras, en las casas de acogida, familias enteras viven hacinadas en una o dos habitaciones a menudo sin agua caliente ni calefacción y sin apenas ropa de abrigo para protegerse.

En muchos casos, la pequeña cantidad de dinero que los padres lograron traerse ya se ha agotado. Sin capacidad para trabajar –ilegal para los refugiados- la deuda que muchas familias están adquiriendo para poder mantenerse empieza a ser preocupante. El alto coste del alquiler, el gasóleo, la comida y la ropa agrava una situación que se puede considerar de absoluta miseria.

En Líbano más de 133.000 personas registradas –o esperando a serlo- como refugiadas, aunque la cifra real podría superar los 200.000.

Sin un lugar donde continuar con sus vidas

La situación actual es totalmente crítica. No existen campos de refugiados oficiales en Líbano y el influjo de refugiados no muestra signos de frenar. Muchas de las familias viven en espacios alquilados, con serias dificultades para llegar a fin de mes dado que apenas pueden soportar unos precios elevados para su escasa o nula entrada de ingresos. Algunas familias permanecen en hogares de acogida que ya contaban con poco espacio y que ahora se ven obligadas a vivir en situación de hacinamiento.

Los edificios sin terminar y las escuelas abandonadas son otros espacios donde se amotinan las familias refugiadas. Antiguas aulas para el estudio son ahora la única habitación para acoger a familias enteras. Incluso los antiguos rediles para las ovejas se utilizan como improvisados refugios donde algunas familias llevan viviendo más de un año.

A Iraq han llegado más de 60.000 personas como refugiadas, la mayor parte de las cuáles viven en los campos establecidos en la región del Kurdistán y en la zona de desierto de Al Qaem en Anbar, donde somos una de las pocas organizaciones trabajando.

Las temperaturas están empezando a bajar peligrosamente rozando ya las heladas. La falta de drenaje en los campos se traduce en que el agua inunda todas las tiendas invadiendo el único espacio disponible para los niños y las familias y muchas veces destrozando sus escasas pertenencias.

La mayoría de las familias huyeron de Siria con lo puesto y sin apenas ropa de abrigo con lo que, a pesar del frío, no es raro ver a muchos niños en manga corta y sandalias, desprotegidos frente al agua helada de la lluvia y el viento gélido que sopla en las zonas desérticas donde están asentados los campos de refugiados.

Las duchas solo cuentas con agua fría y, a medida que el tiempo se pone más frío, las familias han empezado a dejar de ducharse – muchos niños y niñas nos han contado que llevan semanas sin recibir un baño o una ducha, con el riesgo que ello supone para el incremento de enfermedades.  

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