sharenting

IMÁGENES EN LA RED FUERA DE CONTROL:
LoS RIESGOS DEL 'SHARENTING'

La expresión sharenting surge de la unión de las palabras “compartir” y “paternidad” (del inglés share y parenting) y hace referencia a compartir imágenes online de los hijos e hijas menores de edad por parte de sus padres y madres en redes sociales. A priori no parece nada nocivo, pero detrás de esta práctica podemos encontrar consecuencias dañinas para la infancia. 

En un mundo donde ya lo digital no se puede separar de lo físico, hay ciertas cuestiones que debemos tener presentes. Mandar un vídeo del primer día de playa de nuestra hija al grupo de WhatsApp de la familia, publicar en Instagram una foto de nuestro hijo recién nacido en el hospital o subir a la nube una imagen de nuestros hijos bañándose en el río puede escaparse de nuestro control. Cualquiera de estas acciones está dentro del día a día de muchas familias, pero ¿sabemos realmente lo que conlleva hacerlo? 

Los peligros de la Red 

Aun cuando esas fotos y vídeos se compartan sin mala intención o no tengan ningún tipo de connotación sexual, pueden ser igualmente descargadas o manipuladas sin nuestro consentimiento (e incluso sin nuestro conocimiento) por parte de terceros con propósitos ilícitos. 

Hace unos días, la Policía Nacional puso en marcha una campaña de concienciación a las familias sobre el sharenting donde alertaba que el 72% del material incautado a pedófilos está compuesto por imágenes cotidianas no sexualizadas de niños y niñas, obtenidas de Internet. También desde Save the Children hablamos de ello en nuestro último informe ‘Redes que atrapan. La explotación sexual de la infancia y la adolescencia en entornos digitales’: el 81% de los bebés tiene presencia en Internet con apenas seis meses de vida, según el Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE), el organismo público que promueve la ciberseguridad en España. 

Lo que publicamos en las redes sociales puede ser visto -y usado- por muchas más personas de las que inicialmente pensamos, y no sólo por la gente que conocemos o nos sigue. 

Consecuencias para la infancia 

Dada la delicadeza del tema, hay que aumentar las precauciones a la hora de publicar imágenes de menores de edad en Internet, para evitar situaciones que puedan acarrear peligros a nuestros hijos e hijas. 

Llega el verano y esta práctica crece notablemente: fotos en la playa, la piscina, el río, desnudos… Los padres y madres publicamos y mostramos a nuestros hijos e hijas por orgullo, por inmortalizar momentos bonitos, para crear recuerdos. Compartir es humano, pero implica una responsabilidad por parte de las personas adultas que no debemos desatender. 

Los usos de lo que subimos y mostramos de nuestros hijos en internet son múltiples y se escapan de nuestro control: puede llegar a generarse acoso infantil por parte de un adulto (grooming) o el contenido puede ser utilizado con propósitos sexuales. Y no hace falta ni deepweb -la parte de internet que no está registrada o rastreada por motores de búsqueda como Google, a la que solo se puede acceder mediante un navegador web especializado, y se utiliza para mantener la actividad de Internet privada y en el anonimato-, ni robo de contenido por spyware -un tipo de programa que infecta tu ordenador o móvil y recopila información sobre ti, incluyendo los sitios que visitas, las cosas que descargas, tus nombres de usuario y contraseñas, y otros datos delicados-, ni activación de cámaras en remoto. Lo publicamos nosotros y nosotras. 

No lo llames pornografía 

Otro capítulo aparte, aunque relacionado con la violencia digital, es la mal llamada pornografía infantil.  ¿Qué supone realmente este tipo de contenido de explotación sexual de la infancia y la adolescencia en la red? A pesar de que constituye una de las formas más graves de violencia sexual digital, su definición sigue siendo difusa, tanto a nivel legal como académico, y a menudo resulta complejo diferenciarla de otras formas de violencia. Pero es importante que llamemos a las cosas por su nombre: no es pornografía infantil, sino abuso sexual. 

Cuando se le denomina pornografía, le estamos restando gravedad a materiales que lo que están mostrando en realidad son abusos sexuales contra la infancia. Por lo general, se utiliza un lenguaje asociado al consentimiento, la ficción e incluso el ocio, que corre el riesgo de ser interpretado como que niños y niñas realizan estos actos de forma voluntaria, cuando en realidad son víctimas de delitos sexuales. O incluso que son un producto audiovisual más, cuando de lo que se trata es de grabaciones o representaciones de agresiones sexuales a menores de edad. 

Lo más importante es actuar desde la prevención. Solo evitando que la violencia llegue a producirse estaremos evitando el daño que esta produce a la infancia y la adolescencia, con herramientas tan poderosas como educar a nuestros niños y niñas en el uso seguro y responsable de las tecnologías, así como en educación afectivo-sexual integral, reglada, desde edades tempranas y adaptada a cada fase educativa. 

¿Qué podemos hacer las personas adultas? 

Para tratar de evitar que esas imágenes caigan en manos de personas que puedan hacer usos indebidos, debemos preguntarnos: ¿Por qué estoy compartiendo algo privado de mi hija sin su permiso? ¿Esta foto podría avergonzarla en un futuro? ¿Subiría esta foto si la protagonista fuera yo? ¿Este vídeo compromete la dignidad de mi hijo? 

Es necesario visibilizar y concienciar sobre todos estos riesgos, promoviendo prácticas más conscientes y seguras en el entorno digital para preservar la privacidad, la seguridad y el bienestar de los niños, niñas y adolescentes

En nuestro informe hemos establecido un listado de recomendaciones frente a la explotación sexual infantil y adolescente en entornos digitales: incluir campañas y acciones de sensibilización y concienciación dirigidas a familias y personas cuidadoras para alertar sobre los riesgos reales que asumen tanto los niños y niñas como las propias familias al subir imágenes a Internet, y cómo pueden ser usadas por terceras personas para fines no deseados, así como también concienciar a la sociedad en general sobre los riesgos de la sexualización de niños, niñas y adolescentes, y de las distintas formas de explotación sexual digital. 

Desde Save the Children seguiremos trabajando incansablemente en esta línea para proteger a la infancia y para pedir cambios legislativos. Entre ellos, consideramos fundamental actualizar la terminología del Código Penal en lo referente a la pornografía infantil, así como revisar las definiciones incluidas en el Proyecto de Ley Orgánica de protección de personas menores de edad en entornos digitales para que se incluyan los materiales “grises” que sexualizan a la infancia sin mostrar contenido sexual explícito.

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