Sudán del Sur - Niño en una aldea

 Sudán del Sur:
crisis alimentaria
sin precedentes

  

En el contexto del Día Mundial de la Alimentación, que se celebra el 16 de octubre, centrado en "No dejar a nadie atrás", desde Save the Children instamos a la comunidad internacional a no pasar por alto a Sudán del Sur ni a desviar fondos a otras crisis, ya que la ONU estima que 8,9 millones de personas, el 71% de la población, necesitan ayuda humanitaria.  

Las inundaciones generalizadas de los últimos meses, combinadas con el conflicto intercomunitario y el aumento de los precios de los alimentos, han llevado a Sudán del Sur a su peor crisis de hambre desde su independencia en 2011, con un número creciente de niños y niñas en riesgo diario de padecer desnutrición y enfermedades. Se calcula que 1,4 millones de niños y niñas menores de cinco años que sufren desnutrición

La situación se ha deteriorado recientemente, con más de 615.000 personas afectadas por cuarto año consecutivo por inundaciones a gran escala, que han destruido hogares y cultivos y han provocado un aumento de la malaria y las mordeduras de serpiente, especialmente entre mujeres y niños. 

Todo esto se ha combinado con los miles de personas desplazadas por el conflicto actual que ha asolado al país desde 2013 (hay más de 4 millones de personas desplazadas, incluidos unos 2,2 millones de refugiados de países vecinos), con un lento progreso en la aplicación de un acuerdo de paz establecido en 2018. Además de una economía que se hunde, que ha hecho que la moneda caiga casi un 40% este año y que los precios de los alimentos se disparen, agravados por el aumento de los precios de las importaciones relacionadas con la guerra en Ucrania

Crisis del hambre sin precedentes

Un millón de personas se enfrentan a la hambruna en cinco países, y se calcula que cada cuatro segundos muere una persona de hambre. Sudán del Sur es uno de estos países afectados por la peor crisis mundial de hambre de este siglo, alimentada por una mezcla mortal de pobreza, conflictos, crisis climática y crisis económicas, con los efectos persistentes de la pandemia del COVID-19 y la crisis de Ucrania que han hecho subir aún más los precios de los alimentos y el coste de la vida.  

En la ciudad de Tonj, en el estado de Warrap, a unos 550 km al norte de la capital, Juba, los comerciantes de un mercado local afirman que el precio de los alimentos básicos, como la harina, el arroz y el azúcar, se ha duplicado con creces desde principios de año. En las aldeas cercanas, las familias agricultoras ven pocas esperanzas de que terminen las inundaciones causadas por las lluvias estacionales tardías e intensas, que han dejado sus casas y terrenos hasta 0,6 metros bajo el agua. Además, con solo el 2% de las carreteras asfaltadas en todo el país, muchas comunidades rurales están aisladas y no pueden recibir alimentos u otro tipo de ayuda, ya que los caminos de tierra son intransitables y las pistas de aterrizaje están inundadas. 

El testimonio de Alek

Alek, de 28 años, de una aldea cercana a Tonj, cuenta que su familia había luchado a diario para encontrar lo suficiente para comer después de que las inundaciones destruyeran su cosecha y que tuvo suerte de superar su reciente embarazo sin problemas, dando a luz a dos niñas gemelas en abril. Explica que el tratamiento en un centro de salud local dirigido por nuestra organización probablemente salvó a sus hijas Mary y Achon: "Mi marido solía trabajar en el campo, pero las inundaciones destruyeron todas nuestras cosechas. Esto nos dejó sin nada que comer. Cuando vine al centro de salud, pensé que iba a perder a mis bebés, pero me dieron la medicación y ahora tengo a las gemelas. Luchamos por conseguir lo suficiente para comer y no sé cómo va a mejorar la situación porque las inundaciones no desaparecen".

Las inundaciones han obligado a cientos de personas de los pueblos de los alrededores de Tonj a abandonar sus hogares desde julio, y muchas viven ahora en refugios improvisados, ya que sus casas siguen bajo el agua o se han derrumbado. Sus cosechas han sido destruidas y vigilan su ganado las 24 horas del día, recelosos de los asaltos.
 
Jib Rabiltossaporn, director de Save the Children en Sudán del Sur, explica que el país se enfrenta ahora a una de las peores emergencias de inseguridad alimentaria del mundo: "La primera generación de niños y niñas de Sudán del Sur está creciendo ahora y no debemos fallarles permitiendo que el país se convierta en una crisis olvidada. Cuando en 2017 hubo avisos de inanición y se declaró la hambruna en algunas partes del país, la comunidad internacional actuó para evitar un desastre a gran escala. Debemos hacerlo de nuevo y ahora. Sudán del Sur está entre los cinco países más vulnerables del mundo al cambio climático, con sequías e inundaciones devastadoras como característica común". 

La comunidad internacional tiene que aumentar sus compromisos

Hasta ahora, solo se ha recaudado alrededor del 45% del llamamiento de financiación humanitaria internacional de la ONU, por valor de 1.700 millones de dólares para Sudán del Sur. 

Pedimos que se aumenten las inversiones en torno a la mitigación y a las infraestructuras de prevención de inundaciones con el fin de proteger las vidas, los medios de subsistencia y los bienes a largo plazo.  

También hacemos un llamamiento a los líderes mundiales que tienen previsto reunirse el mes que viene en la COP27, la conferencia mundial sobre el cambio climático, para que aumenten los compromisos financieros para ayudar a las comunidades vulnerables y a los niños y niñas a hacer frente y recuperarse de los desastres climáticos como los que se han producido en Sudán del Sur. En particular, los líderes deben crear un nuevo mecanismo de financiación climática para hacer frente a las pérdidas y daños experimentados por comunidades como las de Sudán del Sur para 2023, con el fin de ayudar a afrontar el coste de los impactos irreversibles de la crisis climática.

Nuestro trabajo en Sudán del Sur

Trabajamos en Sudán del Sur desde su independencia en 2011. En 2021, la organización llegó a 2,2 millones de personas, incluidos 1,5 millones de niños y niñas, a través de sus diversos programas en el país centrados en la salud, la nutrición, la educación, la higiene y la protección de la infancia.