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Desheredados

Desigualdad infantil, igualdad de oportunidades y políticas públicas en España

Un niño pobre es aquel que no puede soñar"

Niña, 9 años, Madrid

La palabra “desigualdad” reaparece sin descanso en titulares de periódicos, en discursos políticos y en un sinfín de artículos académicos e informes de ONG y de organismos internacionales. Es innegable, está ahí y aumenta a buen ritmo. España está entre los países de la Unión Europea con más desigualdad. Las personas más ricas en nuestro país ganan siete veces más que las más pobres, cuando la media europea es de 5,2 veces. Pero la desigualdad afecta con especial crudeza a los niños: los menores de edad con menos recursos se han empobrecido cinco veces más durante la crisis que los más ricos -un 32% y un 6% respectivamente-. Entre 2008 y 2015 el número de niños en situación de pobreza severa aumentó en 424.000.

En Save the Children compartimos gran parte de nuestro tiempo precisamente con esos hogares cuyos habitantes ven cómo, por mucho que se esfuercen, el resto del mundo avanza dejándoles atrás. Por eso, en el transcurso de la investigación realizada para elaborar este informe, hemos querido contar con la participación de más de 130 niños y niñas de nuestros programas. Ellos nos han prestado su mirada y hemos visto a través de ella. Con este informe queremos sacar la lupa y enfocar la desigualdad que afecta a España: ver cómo ha evolucionado, cómo se ha intensificado con la crisis y, sobre todo, ver cómo afecta esta desigualdad a los niños y las niñas. 

En las sociedades más desiguales el éxito de los niños está condicionado por la herencia económica y social de los padres. En España, un niño que nace en un hogar pobre está condenado de por vida a serlo. El Estado no permite que los niños tengan las mismas oportunidades, al contrario, les pone zancadillas a los que peor están.

Ni las políticas públicas de protección social ni el sistema fiscal están diseñados para reducir la desigualdad y acabar con la pobreza. Cuando precisamente una de las funciones del sistema tributario debería ser redistribuir la riqueza. Pero en España los impuestos tienen limitaciones para reducir la desigualdad porque gravan más a las personas más pobres en relación con las más ricas. Las políticas públicas parecen no estar diseñadas desde la equidad; la sanidad, la protección social, el empleo y, desde luego, la educación. Estas políticas no facilitan como debieran la igualdad de condiciones para la infancia en situación de vulnerabilidad.

 

Mi padre está en el paro porque la fábrica cerró. Mi madre está en casa buscando trabajo. Si mis padres dicen “no” sé que es por algún motivo. Mis padres quieren que seamos felices, si dicen "no" es porque no tienen dinero”

Ana, 12 años, Vitoria

Empleo

La desigualdad está directamente ligada con el empleo. El trabajo de los padres juega un papel fundamental en el desarrollo de los niños, es la principal fuente de ingresos, especialmente en el caso de las rentas más bajas, que son más vulnerables al desempleo y la precarización.

La destrucción de empleo durante la crisis ha afectado de forma desproporcionada a las familias más pobres y con hijos en nuestro país. España es el país donde más ha aumentado durante la crisis el número de niños que viven en hogares donde nadie trabaja, hasta llegar a los 800.000 menores.

Pero tener un trabajo tampoco es una garantía para salir de la pobreza: la tasa de hogares pobres con hijos en los que algún miembro trabaja en España es de las más altas de Europa.

Protección social

Si la economía no genera empleo suficiente para todos o este no es de calidad, los hogares solo pueden salir de la pobreza a través de la protección social, pero en el caso de España la inversión es muy escasa y no se distribuye de forma equitativa. Apenas el 33,6% de los niños pobres tienen acceso a la única prestación dirigida a mejorar su situación.

Las prestaciones sociales para el hogar y la familia deberían proteger a niños y niñas de la pobreza y limitar las desigualdades. Sin embargo, esto no pasa por la poca inversión del Estado (un 1,3% del PIB), el diseño inadecuado que no se centra en los niños y las niñas, la poca cobertura de las prestaciones (1.600.000 niños y niñas que viven por debajo del umbral de la pobreza no acceden a la prestación por hijo a cargo) y la poca inversión que se realiza por niño.

Vivienda

Las familias más pobres destinan la mayoría de sus recursos a los gastos de la vivienda, pero la renta de los hogares más desfavorecidos ha caído a un ritmo mucho mayor que los alquileres o las hipotecas y gastos como la luz o el gas han subido considerablemente. En nuestro país la mitad de los niños más pobres viven en hogares que destinan más del 40% de sus recursos a los gastos del hogar. Lo que les queda mensualmente a las familias más pobres por hijo, descontando los gastos de la casa, ha pasado de 233 euros en 2008 a 130 en 2015.

Uno de los gastos de la casa que las familias con menos recursos se ven obligadas a recortar son los energéticos, que además durante la crisis han aumentado un 70% y que impiden a casi uno de cada tres hogares con hijos mantener la casa a una temperatura adecuada.

Educación

Titularse en educación secundaria obligatoria y seguir estudiando son dos condiciones imprescindibles para la futura integración laboral y social de los niños y niñas. SIn embargo no todos los niños están en igualdad de condiciones, ya que acabar los estudios o dejarlos tiene que mucho que ver con el nivel de renta y formación de las familias. Además de que las familias con más recursos  económicos dedican a la educación de media entre 7 y 8 veces más de  dichos recursos que los del 33% más pobre, cuentan con recursos culturales que influyen en un mejor resultado académico de niños y niñas.

Salud

La desigualdad también tiene consecuencias en la salud de los niños. Los menores más pobres tienen peores condiciones y hábitos de vida y un acceso limitado a servicios sanitarios que no cubre del todo el Estado, como el oculista, el dentista o el logopeda.

Por ejemplo, los niños más pobres sufren un 10% más obesidad infantil que los más ricos -un 33% y 23% respectivamente-, un problema directamente relacionado con el sedentarismo y la mala alimentación, que se da mucho más cuantos menos recursos tiene el niño.

 

¿Qué pedimos?

Con este informe hemos visibilizado las diferentes dimensiones de la desigualdad en las que hay que tomar medidas que, a medio y largo plazo, incidirán en la desigualdad infantil. Es un problema complejo que hay que solucionar desde distintos ámbitos.

Invertir en infancia es fundamental. Debemos terminar con la desigualdad porque compromete el presente y condiciona el futuro de los niños. Para ello, las políticas públicas deben orientarse a dar soluciones en empleo, vivienda, educación, salud y protección social. Debemos abordar todas las dimensiones de la desigualdad pero sobre todo, priorizando el sistema de protección. Es urgente.

En el informe incluimos 21 recomendaciones. Entre ellas, destacamos la necesidad de apoyar a padres y madres a encontrar empleos de calidad, y una intervención pública valiente que reduzca el peso del precio de la vivienda entre los que menos tienen. Pero hay una medida que, ante una situación de urgencia, debe tomarse inmediatamente: hay que invertir más y mejor; y empezar por una prestación por hijo a cargo que, en primer lugar, llegue a todos los niños que viven en la pobreza y, en segundo, aumente hasta los 100€ al mes.

 

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